
sábado, 25 de septiembre de 2010
Erasmus Galway 2010-11
lunes, 6 de septiembre de 2010
Erasmus Galway 2010-11
Erasmus Galway 2010-11
Erasmus Galway 2010-11
Ese día también tuve presentaciones. Pero lo único interesante que ocurrió fue que, por la tarde, al volver de hacer la compra, se me rompió un bote de tomate frito y fui dejando un rastro por el camino. Parecía que había participado en una tomatina valenciana, me pringué los vaqueros y las zapatillas y al llegar a la resi tuve que poner la primera lavadora de mis 20 años de vida. Tanto la ropa como las zapatillas quedaron impolutas y con el mismo tamaño y color de siempre.
Erasmus Galway 2010-11
Erasmus Galway 2010-11
1 de septiembre del 2010
Primer día en Irlanda. Después de dos horas y media de vuelo, con cuatro turbulencias apenas perceptibles, llegué al aeropuerto de Dublín. Mi padre decidió viajar conmigo para ayudarme a cargar con el equipaje y a instalarme en la residencia. Después de comer en el aeropuerto, cogimos un autobús que nos llevaría hasta Galway, exactamente al otro lado de la isla. El conductor era un irlandés de cara rosada y manos enormes que me dijo que cómo iba a ser española si no era morena. El buen hombre se ventiló un plátano renegrido mientras conducía y después tiró la cáscara por la ventana. También mientras conducía se puso a contar su dinero, mandar mensajes por el móvil y pelarse una manzana con una navaja que extrajo de un bolsillo. Úna vez más, arrojó los restos por la ventana. Después de recorrer Irlanda de este a oeste y de hacer buena parte del viaje por mitad del arcén, llegamos a Galway sanos y salvos.
El director de la residencia me había dicho que le avisase cuando llegase a Dublín para que fuera preparando mi apartamento. Pero por lo visto anoté mal su número y me pasé el día intentando contactar con un desconocido. Como consecuencia, llegué a la residencia sin que nadie me estuviera esperando y sin saber cuál era mi apartamento. Menos mal que me había echado una amiga a través del Facebook que me ayudó a contactar con el director. Al cabo de un rato llegó un enviado suyo a enseñarme el apartamento, que resultó ser algo sucio. Estos apartamentos se abren con tarjeta y no con llave. Pues bien, la tarjeta no funcionaba, así que me plantó en un apartamento más sucio todavía. La ventaja es que aún no tengo compañeras y que quizás nunca las tenga.
Pero la cosa no acabó ahí. Resulta que nadie me había explicado el complicado funcionamiento de la ducha, y, pensando que no funcionaba, tuve que ducharme echándome agua de una cazuela. Mientras intentaba ducharme entraron un par de desconocidos en mi apartamento usando su propia tarjeta. Cuando salí del baño, mi pobre padre estaba intentando comunicarse con ellos sin ningún éxito. La residencia se compone de varios apartamentos que, por lo visto, están cedidos por sus correspondientes dueños. Uno de los intrusos era hijo de la dueña de mi apartamento, y como en principio no era ese el apartamento en el que me iba a alojar, no sabían que había alguien ahí.